martes, 22 de noviembre de 2011

¿Preocupación u obsesión?

Leyendo curiosidades por ahí, como suelo hacer, encontré este caso que me hizo reflexionar sobre cuántas veces, pensando hacer lo mejor por un hijo, se puede estar causando un verdadero mal. Aquí les transcribo el caso…



Lucia tiene 4 años. Entró en una escuela preescolar privada por la cual su madre pagaba... 19.000 dólares!!!!!. Lucia se divertía, coloreaba, rodeaba formas y jugaba buena parte del día. Nicole, madre de Lucia, decidió demandar a la guardería por haber arruinado sus opciones de entrar en una de las mejores universidades norteamericanas. No la estaban preparando adecuadamente!



Si bien esto ocurre en Estados Unidos y en el seno de una familia evidentemente de buenos recursos, nos sirve para reflexionar sobre las presiones que cada uno de nosotros puede estar poniendo sobre nuestros hijos. Expectativas desmedidas, sobrecarga de actividades... Cuántos padres terminan obsesionándose por la competitividad?



Sin darnos cuenta y queriendo asegurarles un buen futuro, los privamos de un presente pleno en el que el aprendizaje debe estar incluído dentro de lo lúdico. El juego, para los niños, es salud.



Queremos hijos superdotados o con salud mental?

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